lunes, 21 de febrero de 2011

Textos e imágenes sobre transformaciones agrarias, industriales y sociales a finales del siglo XIX






Textos:
Texto 1
La agricultura española es todavía agricultura del siglo XV; agricultura del sistema de año y vez, por falta de abonos minerales; de las rogativas; de la falta de riego artificial; del transporte a lomo, por falta de caminos vecinales; agricultura de arado romano, del gañán analfabeto, del dinero al 12 por 100, de la bárbara Contribución de Consumos, de la mezquina cosecha de cinco o seis simientes por cada una enterrada, del cosechero hambriento, inmueble, rutinario, siervo de la hipoteca y del cacique.
JOAQUÍN COSTA, Agricultura armónica, 1911

Texto 2:
El malestar obedece a causas permanentes, a una serie de errores inspirados por este absurdo con pretensiones de ciencia que llaman librecambista, que no es en el fondo más que una negación, sin fuerza ni poder alguno para crear, pero poderosísima y con fuerza incontrastable para destruir. Los librecambistas, limitando las atribuciones del Estado a su mínima expresión en beneficio de la libertad absoluta, libertad incompatible con la civilización, y hasta (no lo digo yo, lo han dicho reputadísimos economistas) incompatible también con la existencia de la Sociedad y con la existencia del Estado mismo, que en su representación prescinden del concepto de patria para engalanarse con el pomposo título de ciudadanos del Universo, para aparecer defensores, apologistas y redentores de la Humanidad. En cambio, si algún día dominaran los proteccionistas y en todas las naciones fueran proteccionistas los Gobiernos, aumentarían notablemente los medios de vida y las comodidades. No habría más concurrencia que la que se harían los productores dentro de la misma nación, y como los medios y elementos externos, o sea, los que no dependen del individuo, sino del Gobierno y de la administración, serían idénticos, con igual tributación e iguales cargas, la concurrencia dejaría de ser desastrosa, quedando limitada a la mayor o menor actividad e inteligencia individuales y no por esto disminuiría, como creen algunos, el comercio internacional. El mayor bienestar, la mayor riqueza determinarían un mayor consumo de toda clase de artículos, y sabido es que el lujo, la moda, el capricho y otras circunstancias exigen en los países ricos una gran suma de productos distintos de la propia nación sin reparar en su precio, ya que la baratura, que es siempre relativa, tiene escasa influencia en el mayor o menor consumo, pero la tienen muy grande y son un factor principal los recursos, los medios, la riqueza del consumidor. P. BOSCH LABRUS, Sobre el malestar general de la producción en España, 1888

Texto 3:
En las relaciones de familia, en el trato del mundo, ¿qué lugar ocupa la mujer? Moral y socialmente considerada, ¿cuál es su valor? ¿Cuál su puesto? Nadie es capaz de decirlo (...) Si dejando las costumbres pasamos a las leyes, ¿qué es lo que ven nuestros ojos? ¡Ah! Un espectáculo bien triste. Las condiciones de la ley pesan sin lenitivo alguno sobre la mujer desdichada. Exceptuando la ley de gananciales, tributo no sabemos cómo pagado a la justicia, rayo de luz que ha penetrado en obscuridad tan profunda, las leyes civiles consideran a la mujer como menor si está casada, y aun no estándolo, le niegan muchos de los derechos concedidos al hombre. Si la ley civil mira a la mujer como un ser inferior al hombre, moral e intelectualmente considerada, ¿por qué la ley criminal le impone iguales penas cuando delinque? ¿Por qué para el derecho es mirada como inferior al hombre, y ante el delito se la tiene por igual a él? (...) Porque la conciencia alza su voz poderosa y se subleva ante la idea de que el sexo sea un motivo de impunidad, porque el absurdo de la inferioridad moral de una mujer toma aquí tales proporciones que lo ven todos: porque el error llega a uno de esos casos en que necesariamente tiene que limitarse a sí mismo, que transigir con la verdad y optar por la contradicción. Es monstruosa la que resulta entre la ley civil y la ley criminal; la una nos dice: “Eres un ser imperfecto, no puedo concederte derechos”. La otra: “Te considero igual al hombre y te impongo los mismos deberes; si faltas a ellos, incurrirás en idéntica pena”.
CONCEPCIÓN ARENAL: La mujer del porvenir, 1881
Tomado de: http://www.iesmardearagon.es/documentos/histex.pdf
 

JV

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